Muchas familias dudan a la hora de elegir una buena lectura para sus hijos y es normal porque la industria editorial está en auge. Los escaparates de las librerías cambian cada semana. Las grandes superficies se suman a la difusión de una determinada cultura literaria y los medios de comunicación, muchas veces, contribuyen a esa proliferación. Por eso, creemos que convendría definir unos criterios que se deberían tener en cuenta para una correcta selección.

La calidad de una obra, independientemente de que sea informativa o de ficción, exige un análisis de su estructura interna tanto, como de  los elementos externos, es decir, del formato.

Hoy nos referiremos a la narrativa y en lo que compete a sus  aspectos internos conviene valorar: la historia (¿qué ocurre?, ¿cómo se encadenan los acontecimientos), su estructura (¿cómo empieza?, ¿ es coherente?,  ¿cómo se desarrolla la trama?, ¿el final es abierto, negativo?), la técnica narrativa (utilizada el diálogo, la descripción,  la narración), el tono (¿es humorístico, dramático, violento?), el ritmo (acelerado, lento, monótono), su dimensión estética y simbólica (encontramos comparaciones, metáforas, onomatopeyas) y por supuesto, el léxico (genérico, especializado, innovador). Igualmente se aprecian de forma positiva: la construcción de personajes (bien definidos, coherentes), los escenarios (espacios geográficos) y los tiempos en los que se enmarca la historia.

De las ilustraciones (fundamentales en los álbumes y libros ilustrados) valoraríamos, su dimensión técnica (grabado, collage, pintura, pluma, lápiz, fotografía) y estética, la relación que pudieran tener con el texto (complementariedad, apoyo, contraste) y la novedad que pudieran suponer respecto a otros libros infantiles y por qué no, también en relación a otras obras del mismo autor.

El aspecto externo es otro elemento que no debemos despreciar por la gran información que puede aportarnos y que quizás consiga impresionar o no al potencial lector. De la misma manera, los materiales, las formas −tan variadas desde hace algún tiempo−, el tamaño, la tipografía, la maquetación o las guardas −especialmente cuidadas en los álbumes− permiten determinar la durabilidad, su posible destinatario −un minilibro con la silueta de un animal y colores estridentes lo identificaremos para primeros lectores−  o incluso su coste.

Las temáticas, los valores, las experiencias y las funciones que debieran satisfacer esas lecturas serán otros indicadores a tener en cuenta. De cualquier manera, debemos procurar un equilibrio entre los aprendizajes que ese posible lector pudiera adquirir y las experiencias que le concederían esas lecturas que con toda probabilidad, constituirán a enriquecer su bagaje lector.

 

 

 

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